Cuando tenía 12 años, el gobierno envió enfermeras a los colegios para comprobar la salud de los estudiantes. Pero yo fue el único al que enviaron a una sala pequeñita. Las enfermeras que estaban allí me miraban muy preocupadas. Nunca olvidaré ese día. Me pidieron que me inclinara y me confirmaron que padecía escoliosis. Me mandaron al hospital general y el médico me dijo que tenía que utilizar corsé.
Al principio, llevar el corsé era muy doloroso. El borde de plástico duro del corsé siempre me estaba haciendo cortes, sobre todo en ambos lados de la cadera.
Me dolía mucho, incluso cuando me movía, al caminar. Con el tiempo, mi piel se estropeó, se puso flácida y se desfiguró debido a la fricción provocada por el aparato ortopédico. Como tenía que usar el corsé 23 horas todos los días, la piel que quedaba bajo el corsé ortopédico era distinta y se arrancaba con facilidad, y el sudor que se quedaba dentro no hacía más que empeorar la situación. El olor era insoportable, incluso a día de hoy todavía puedo recordarlo. Siempre tenía calor y empezaba a sudar, entonces todo me picaba. Pero cuando me rascaba, era incluso peor. Mi piel se había estropeado tanto y era tan frágil y débil que me despellejaba muy fácilmente. Las heridas a veces expulsaban una secreción amarillenta e incluso sangre. Esto hacía que el olor fuera inaguantable. Parecía un cadáver andante. El médico no podía hacer nada. Incluso yo misma despreciaba mi cuerpo. Pero no podía estar sin el corsé. Tenía que obligarme a ponérmelo. Era la única esperanza que tenía en ese momento de evitar el quirófano.
En el instituto, mi forma de ser cambió. Me volví más solitaria, siempre estaba escondida. Todos, incluso los profesores me miraban mal. Esa mirada de lástima y pena con la que me miraban me hacían sentir que era un bicho raro. Me aislé y pronto me convertí en el objeto de burla de los abusones del colegio. Quienes en realidad provenían de las mejores familias y eran los mejores estudiantes. El director y los maestros los adoraban, y tenían derechos al ser prefectos. Pero a sus espaldas, les gustaba meterse conmigo y empujarme. Sufrí numerosas hemorragias y contusiones. Pero ningún profesor se creyó mi historia, para ellos yo sólo era un monstruo. Pasé por todo esto con años, solo y en silencio. Lo que más me dolía de llevar el corsé no era el cuerpo, sino el alma.
Cuando tenía 19 años, el doctor me dio el alta. Me dijo que mi columna se ha estabilizado y que podía estar sin el corsé. Fue el día más feliz de mi vida. A partir de entonces, mi piel se recuperó por completo y ahora está suave como el terciopelo. Pero el dolor de espalda que sufría teniendo incluso teniendo el corsé no había desaparecido. Me di masajes, terapia de calor y yesos, todo ello sólo proporcionaba un alivio temporal. A los 24 años, volví a visitar a mi médico a su propia clínica en el hospital Mount Elizabeth. Me dijo que tenía escoliosis y que eso era inevitable. La única opción era vivir con esos fuertes dolores de espalda.
En 2009, Dios me pidió que me levantara de la cama una noche para revisar mi correo. Yo nunca miraba mi correo de yahoo. Pero le hice caso. Y vi la web del Dr. Kevin Lau. Simplemente se me ocurrió. Era demasiado bueno y maravilloso como para ser verdad. Las dudas y el temor aparecieron. Durante todos estos años estaba acostumbrada a vivir en la desesperanza. Y, de pronto, la esperanza apareció de la nada. Me daba miedo dar ese paso y aferrarme a esa esperanza. Todo el mundo a mi alrededor se mostró escéptico al respecto. Pasados unos meses, decidí llamar a la Clínica del Dr. Lau.
En la primera visita, el Dr. Kevin fue amable, humilde y cariñoso. Muy distinto a lo que parecía en su sitio web. Lo que me dio una confianza sorprendente en él y me hizo creer en los milagros, en que iba a corregir mi escoliosis. Para mí, él es una inspiración en sí mismo. Sin más preámbulos elegí un programa para la corrección. Me esforcé al máximo. Me enseñó que el ejercicio y la alimentación también juegan un papel muy importante. Me prestó libros de auto-sanación. Siempre estaba dispuesto a explicarme todo por lo que le preguntaba. Pone de manera habitual artículos en su sitio web y en su blog sobre salud para educar a sus pacientes en la búsqueda del bienestar y de la salud. Le han estado entrevistando en la radio, en la televisión y en los periódicos. Su libro explica todo lo que los enfermos de escoliosis necesitan saber. También contiene numerosos consejos que harán que nuestra salud mejore mucho.
Durante el tratamiento, mi postura mejoró mucho y ya apenas me encorvaba. Seguí la dieta recomendada, y experimenté un gran cambio. Mi visión mejoró 500-450 grados en solo 6 meses. Mi resistencia mejoró mucho y no me siento tan cansada ni estresada como antes. Yo no me pongo enferma, mientras que antes si. Mi tono de piel ha mejorado tanto que ya no necesito más maquillaje. A todo el mundo le parezco cada vez más alta. Mi dolor de espalda también mejoró con el paso del tiempo. Aunque lo más importante es que recuperé la confianza en mi misma.
Después de seis meses de tratamientos, mi curva superior de la columna vertebral en forma de ‘S’ mejoró de 36 a30 grados y la curva inferior mejoró de 35 a 26 grados. 15 grados en total es como un milagro, un sueño hecho realidad. Mis expectativas se cumplieron. Estoy en deuda con el Dr. Kevin.
No sólo corrigió mi escoliosis, sino que me contagió con su implacablemente pensamiento positiva, algo que cambió por completo mi punto de vista ante la vida. Todo es posible si te atreves a creer.
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